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Foto del escritorJaviera Hojman

La Quimera: mercantilizar lo esotérico

“La Quimera” es la última película dirigida por la italiana  Alice Rohrwacher (y que continúa con una secuencia de filmes exitosos, entre los que destacan “Lázaro feliz” y “El país de las maravillas”). Es una película que desconcierta, que cuesta categorizar en un género determinado, porque contiene en igual proporción elementos de comedia, drama y fantasía. Esta es una combinación agradable, que nos mantiene al borde del asiento y con pocas nociones de qué esperar. El gran tema es la forma en que un elemento cultural puede ser tanto una esperanza de salir de la pobreza como un símbolo espiritual, e incluso un juego para el sector de la población que lo mercantiliza.


La película cuenta la historia de Arthur, un inglés que tiene ciertos poderes (descritos como “su quimera”) que le permiten encontrar sepulturas. Es miembro de la banda de los Tombaroli, compuesta por siete hombres que se dedican a robar los tesoros dejados en las tumbas antiguas para venderlos, todo esto en la región de Italia construida sobre las ruinas de los etruscos. Este grupo resulta cómicamente similar a la imagen de los siete enanitos mineros de Blancanieves, cavando para acceder a tuneles bajo la tierra. La película nos mueve a un ritmo vertiginoso entre los sueños, la realidad, la pobreza, la fiesta, y los recuerdos que tiene Arthur de Beniamina, el amor que perdió.




La película toca como tema fundamental el contraste entre las habilidades mágicas o esotéricas del grupo que busca los tesoros y la búsqueda pura de beneficios económicos por parte de los compradores. Arthur valora y respeta lo que recolecta, pero en un ambiente de pobreza extrema no hay espacio para coleccionar, solo para comerciar y sobrevivir, y eso es difícil y doloroso de ver.


Pese a lo anterior, hay muchos elementos que son agradables, como el estereotipo de la familia italiana ruidosa, alegre y muy unida. El sentido de comunidad está bien logrado, a través de muestras como el carnaval, los disfraces, la explotación de la cultura y las creencias. Hay un bombardeo de simbologías que llevan al espectador a desarrollar un cariño especial por los personajes y una comprensión interesante de sus motivaciones. Hay un sincronismo hermoso entre el tarot, la cultura etrusca, algunos conceptos católicos sobre la muerte e ideas de pueblos específicos sobre la magia en general, que combinan de forma muy agradable.



Todo en la película contribuye con esta sensación. La primera escena del filme da la impresión de ser tomado por una cámara casera, y hay un juego muy interesante con las tomas de lo cotidiano, los primeros planos de las grietas de las paredes y de los objetos cotidianos y el uso de los colores. Se ve claramente la decadencia, pero también la alegría y el entusiasmo. La elección de los actores también es un acierto, y nos aleja de los estereotipos hollywoodenses de las figuras perfectas para entregarnos a personas que parecen reales y generan mucha más empatía.


El único detalle que no cierra completamente es la música, y solamente porque de a momentos se siente un poco forzada y no suma especialmente a la trama. Hay algunas canciones “en vivo”, que no queda claro de qué forma aportan, a pesar de que son bastante buenas. Considerando lo bien logrados e incorporados que están el guión, las tomas y las actuaciones, es un detalle pequeño que faltó pulir para generar una obra incluso mejor.


Es evidente que detrás de la trama y del guión hay un trabajo de investigación riguroso. El gran tema es cómo la cultura, la magia y lo esotérico -que para algunos es fundamental- puede ser fácilmente mercantilizado, por este sector de la sociedad que entiende poco de la relevancia de la cultura. “La Quimera” es una película desconcertante, confusa, pero que funciona muy bien y vale absolutamente la pena. No es necesario entenderla por completo para apreciar los cambios entre el mundo onírico y la realidad, y saber cuál de los dos es preferible.


Distribuidora: Centro Arte Alameda Distribución

Reparto: Josh O'Connor, Carol Duarte, Vincenzo Nemolato

Directora: Alice Rohrwacher

Duración: 2 hrs. 10 min.



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