Dedicado a J. Después de todos los “grandes estrenos” del año pasado, entre los cuales figuran “Barbie” (Greta Gerwig, 2023) y “Oppenheimer” (Christopher Nolan, 2023), a la cabeza de un sin fin de otras películas con muchas más fortalezas, desde el subsuelo existió una noble forma de regresar al cine. Me refiero al estreno de “Cerrar los ojos” (2023) de Víctor Erice, aclamado director español, de una filmografía reducida en concepto de largometrajes, los cuales posiblemente son desconocidos para nuevos fanáticos del cine, entre los que figuran “El espíritu de la colmena” (1973), “El sur” (1983) y “El sol del membrillo” (1992), siendo este el último antes de un silencio cinematográfico de 31 años. La pregunta es ¿qué ha hecho regresar a Víctor Erice? No tengo una respuesta precisa, sin embargo, lo ideal podría ser por el amor al cine, dando un último homenaje a aquello que nos entrega desolación y esperanza.
Erice sigue el rastro del actor Julio Arenas (José Coronado), quien durante un rodaje, deja la grabación y desaparece sin dejar rastros, lo único que tenemos es la primera y última escena de una película sin terminar. Su amigo y director de aquel trabajo inconcluso, Miguel Garay (Manolo Solo), es contactado por un programa de televisión que tiene como objetivo investigar casos policiales no resueltos, para dar su testimonio en un capítulo que tratará sobre Julio. Es ahí donde el ejercicio de regresar desde una lejanía autoimpuesta hace a Miguel desenterrar lugares y recuerdos ya olvidados, para buscar a personas del pasado necesarias en el presente: Ana (Ana Torrent) la hija de Julio y a Max (Mario Pardo), antiguo montajista de sus películas, todo esto con el ímpetu de reconstruir la memoria, como si de un metraje encontrado se tratase.
Pese a su gran extensión (169 min.), “Cerrar los ojos” en ningún punto flaquea, los diálogos son genuinos, nostálgicos y llenos de misterio, los colores son hermosos y los lugares que sirven de escenario están muy bien escogidos. En la historia, el trabajo de conservación de la memoria es vital, donde se busca de alguna u otra forma, romper con la resistencia al olvido, para encontrar sentido a la vida, es ahí donde encontramos que el trabajo de guion es extraordinario, entre Erice y Michel Gaztambide, dan correspondencia a cada palabra e imagen, cada gesto y plano tienen una dirección correcta. Todas las ideas abiertas se cierran y es algo que Erice es cauteloso en hacer en sus películas cuando es necesario, aunque el misterio es abundante de principio a fin, creo que la idea de perseverar frente a una cierta política del recuerdo ligada a una rememoración subterránea, casi elíptica, estremece aún más al espectador, como en la escena en la que Lola (Soledad Villamil) toca el piano para Miguel, donde somos capaces se permanecer angustiados frente a su mirada destrozada, tratando de imaginar con nostalgia el futuro que debió haber sido, pero que no fue.
Existe un ejercicio de director cinéfilo, en donde Erice es perfecto, no solo realizando “cine en el cine” de manera maravillosa, sino que trayendo momentos de otras películas a su propia obra, muy parecido a lo realizado por Peter Bogdanovich (1939-2022) en su clásico “The Las Picture Show” (1971), creo que ahí evidenciamos el amor al cine, no solo por construirlo, sino que también por rendirle honores a los maestros. La escena clave es en la que Miguel toca con una guitarra el clásico “My rifle, my pony and me” interpretado por Dean Martin en el western “Rio Bravo” (Howard Hawks, 1959), donde Erice retrata el regreso a esa frontera de la desolación, de pocos amigos y con una profunda nostalgia, la vida en el Far West por decisión propia. Sumo a esta emotiva escena una en la que encuentra un flip book de “L' arrivée d'un train à La Ciotat” (Auguste y Louis Lumière, 1896), en una caja de recuerdos dentro de una bodega, de alguien que abandonó su historia pero que intentar buscar vida en la espectralidad de su existencia, así debió volver Erice a los clásicos del para deleitarnos con su película, en base a desenterrar aprendizajes válidos para dar justicia al presente.
Frente a la pregunta del regreso de Erice, solo se puede definir que no estamos frente a una película de grandes ventas en taquilla, el cine no necesita realmente de eso, sino frente a una obra que intenta mostrarnos que el cine es más que un factor monetario, que el cine debe ser tratado con respeto y que aún se puede construir para recuperar lo que anhelamos, desde la esperanza y la desolación. En una escena, Max le declara Miguel: “En el cine ya no hay milagros desde que murió Dreyer”, creo que ahí radica la existencia de “Cerrar los ojos”, Víctor Erice ha regresado después de 31 años para volver a hacer uno de forma majestuosa, tan solo, para que no dejemos de creer en ellos.
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